Este martes, en conferencia de prensa dieron a conocer datos sobre la cantidad de atendidos en el Hospital del Trauma, entre el 24 y 25 de diciembre. Tal es así que, 246 personas llegaron tras sufrir accidentes, tanto con explosivos o por accidentes de tránsito, entre otros.
Explicaron además que, se sucedieron 61 casos accidentes de tránsito, de entre los cuales 48 fueron a bordo de motocicleta, puesto que el 50 % de las víctimas no llevaban casco. Por agresión física ingresaron 31 pacientes, mientras que 8 fueron casos de agresión familiar. El año pasado se dieron 8 casos por quemaduras productos de explosivos.
En cuanto a quemaduras por petardo, se dieron 3 víctimas: un hombre de 41 años que se quemó parte del rostro, produciéndole incluso daño grave en un ojo; también se atendió un caso de quemadura leve en adolescente y, finalmente; un niño de 8 años sufrió la quemadura de su mano izquierda, además de la amputación de un dedo.
El Dr. Jesús Marín, jefe del servicio de cirugía de manos del Hospital de Trauma, explicó el nivel de fuerza que puede llegar a tener un pequeño explosivo con solo un gramo de pólvora.
“Todo depende de la cantidad de pólvora, un gramo de pólvora equivale a 36 kilos de fuerza aproximadamente. Un 12x1 tiene 7 gramos de pólvora, que equivale a 242 kilos de fuerza”, mencionó el profesional médico.
Impacto psicológico de una quemadura o amputación en un niño
En charla con Melissa, Sánchez, psicóloga infantil, se refirió a su vez, a la manera en que puede impactar en un menor, el hecho de haber sufrido una quemadura grave que le significará una marca de por vida, o incluso, una amputación.
“Los accidentes graves con bombas pueden generar un profundo impacto en el desarrollo emocional, psicológico y relacional del niño. Las heridas visibles como cicatrices o amputaciones afectan la percepción que el niño tiene de sí mismo, esto puede generar vergüenza, retraimiento y sentimientos de ser ´diferente´ o ´defectuoso´”, mencionó.
Esconderse del mundo exterior
A su vez, el hecho de haber quedado con una profunda cicatriz, o sin una parte de la mano, puede generar lo que se conoce como “autoimagen fragmentada, lo que puede causar que el niño evite el contacto con otros o sienta rechazo hacia su propio cuerpo. Puede haber sentimientos de rabia, tristeza y frustración ante la limitación física o el dolor persistente”, continuó la psicóloga.
El niño puede carecer de recursos para actuar ante estas situaciones, por lo que puede volverse agresivo, retraído o complaciente en exceso para evitar el rechazo.
Los padres, igualmente pueden empezar a sufrir embates psicológicos a causa del sentimiento de culpa por lo que sufrió su hijo. “Los padres pueden sentir una intensa culpa, cuestionándose qué pudieron haber hecho para prevenir el accidente. Para compensar pueden volverse sobreprotectores, limitando las oportunidades del niño de desarrollar autonomía”.
Adaptación y resiliencia
Finalmente, con el proceso terapéutico con un profesional en psicología, se ayuda tanto al niño como a los padres a reconocer y validar sus emociones sin juzgarlas. “Se trabaja en el contacto con el dolor y la pérdida. Se busca que el niño integre la experiencia como parte de su vida, pero sin definirlo por ella. Se fortalece su capacidad de adaptación y resiliencia”.
Es importante mencionar que no se registraron víctimas por bala perdida, aunque normalmente, los números fuertes suelen producirse en entre la Noche Vieja y las primeras horas del Año Nuevo.