Según Eduardo Mingo, director de Meteorología, la “lluvia negra” ocurre cuando, tras numerosos incendios, las partículas suspendidas en el aire son arrastradas por las precipitaciones. Este material contaminante, compuesto por cenizas, polvo y residuos provenientes de las quemas, es transportado por el viento hasta que la lluvia lo deposita en diversas superficies, como techos, piscinas o espejos de agua.
La lluvia negra ya fue registrada en Paraguay en 2009, en una situación similar a la actual, cuando las intensas quemas y la falta de lluvias permitieron que las partículas se acumularan en la atmósfera.
Para que se produzca la lluvia negra, es necesario que una tormenta intensa, como una línea de turbonada, levante las partículas acumuladas en el aire, las mezcle con las nubes y luego las arrastre hacia el suelo. “El agua resultante se ve oscura debido a la gran cantidad de residuos que lleva consigo”, señaló.
Este fenómeno se produce principalmente luego de periodos prolongados de sequía, cuando las partículas suspendidas en la atmósfera aumentan debido a la falta de precipitaciones. Las quemas intensifican esta acumulación, y cuando finalmente llega la tormenta, la lluvia arrastra las partículas, haciendo visible la contaminación en el agua que cae.