Un liderazgo con obstáculos
Desde su elección, Francisco imprimió un nuevo estilo en el Vaticano, caracterizado por la cercanía con la gente y una firme determinación de reformar la Iglesia. Sin embargo, su salud ha sido una constante preocupación. A los 88 años y con antecedentes médicos importantes –como la extirpación parcial de un pulmón en su juventud–, su resistencia física se vio puesta a prueba en varias ocasiones.
Durante su actual hospitalización, continuó con sesiones de fisioterapia y tratamientos médicos. Aunque ya no se encuentra en estado crítico, sigue necesitando asistencia respiratoria, lo que pone en duda su capacidad para retomar el ritmo de trabajo que mantuvo hasta ahora.
El impacto de sus reformas
A lo largo de estos años, Francisco impulsó cambios significativos dentro de la Iglesia. Abogó por la descentralización del poder, la inclusión de laicos y mujeres en roles más relevantes, y se enfrentó con decisión escándalos como el abuso infantil dentro del clero. Su postura sobre la bendición de parejas del mismo sexo generó una fuerte reacción, especialmente en sectores más conservadores.
A pesar de sus esfuerzos, muchas de sus reformas siguen sin concretarse. La cuestión del papel de la mujer en la Iglesia, por ejemplo, quedó en suspenso. Las decisiones más trascendentales fueron delegadas a grupos de trabajo, cuyos informes se esperan para junio.
¿Un final anticipado?
La prolongada hospitalización de Francisco avivo especulaciones sobre una posible renuncia. Aunque en reiteradas ocasiones ha descartado esa posibilidad, su decisión de convocar recientemente a un consistorio de cardenales generó interrogantes. Su antecesor, Benedicto XVI, anunció su dimisión en un evento similar.
Por ahora, el papa sigue trabajando desde el hospital, revisando documentos y manteniendo contacto con sus colaboradores. Sin embargo, su ausencia en eventos públicos, justo en un año clave para el Jubileo, evidencia el desafío que enfrenta la Iglesia si su recuperación se prolonga.
Con la Semana Santa y la Pascua a la vuelta de la esquina, el mundo católico observa con atención lo que será el siguiente capítulo en la historia de un pontificado que, más allá de su desenlace, ya dejó una huella imborrable.