Aunque el ejército boliviano poseía mayor número de efectivos y superior armamento, los soldados paraguayos demostraron una valentía extraordinaria al reconquistar el fortín, considerado clave para la defensa de la región. El Ejército Paraguayo se lanzó al ataque el 9 de septiembre, con la firme determinación de expulsar a las fuerzas invasoras y recuperar el territorio usurpado.
Los antecedentes de la Batalla de Boquerón se remontan a junio de 1932, cuando Bolivia atacó el Fortín Carlos Antonio López en Pitiantuta, rompiendo las conversaciones de paz que se desarrollaban en Washington. Esta agresión desató una serie de conflictos, entre ellos la captura boliviana de los fortines Corrales, Toledo y Boquerón, lo que llevó a una escalada militar entre ambas naciones. A pesar de las adversidades, Paraguay nunca abandonó la lucha.
Durante los 20 días que duró el enfrentamiento en Boquerón, las fuerzas paraguayas y bolivianas se enfrentaron no solo entre sí, sino también contra el implacable clima chaqueño. La escasez de agua fue un enemigo constante, obligando a muchos soldados a abandonar las posiciones conquistadas debido a la sed extrema. Este sufrimiento fue compartido por ambos bandos. Tal era la desesperación por agua que algunos soldados se herían a propósito para ser evacuados y recibir asistencia médica, un acto conocido como “izquierdismo”, ya que la mayoría de los heridos se disparaban en la mano izquierda.
La Batalla de Boquerón también evidenció la importancia de las lenguas indígenas en el campo de batalla. Mientras los paraguayos se comunicaban en guaraní, muchos soldados bolivianos hablaban aymara, lo que creaba una barrera lingüística dentro de sus propias tropas. Sin embargo, todos los soldados paraguayos eran guaraní-hablantes, lo que les brindaba una ventaja en términos de cohesión y comunicación.
Aunque las historias de la Guerra del Chaco están generalmente dominadas por figuras masculinas, las mujeres también jugaron un rol crucial en el conflicto. La historiadora Nancy Pérez destaca la contribución de las enfermeras, en especial la de María Victoria Candia, quien dirigió a las trabajadoras de blanco en la contienda. Candia, formada en Inglaterra, Francia y Estados Unidos, ganó el respeto de los médicos militares en un momento en que la presencia femenina en el frente era aún vista con escepticismo.
La victoria en Boquerón fue un verdadero bautismo de fuego para las fuerzas paraguayas, que no cesaron en su lucha hasta expulsar a los bolivianos del territorio nacional. Este triunfo no solo fortaleció la moral del ejército paraguayo, sino que cimentó el legado de heroísmo que perdura hasta hoy. Boquerón es recordado no solo como una batalla estratégica, sino como un símbolo del coraje y la determinación del pueblo paraguayo.